LA CONSAGRACIÓN DE LA GLORIA: EMPATÓ CERO A CERO CON CONTADORES Y GRITÓ CAMPEÓN.

La Gloria es el dueño legítimo del título y de la Chalenger:
El equipo de Bartol fue campeón mucho antes que empezara el partido, fue campeón desde el alma y con el corazón. Por eso la euforia de su gente se transformó en el gran espectáculo de la tarde. ¿Y si se perdía?... esta opción no se encontraba en el inconsciente colectivo de los muchachos y por eso los trapos, el bombo, la familia… una fiesta con el estilo Gloria Sanjuanina.

Un campeón. Este Gloria campeón, no debe ni puede depender de un partido, aunque haya sido el partido de su coronación, para trazar su imagen. Lo decimios por el pobre empate en cero. Y el juego se transforma en solo una mueca de la fiesta. Apenas el juego es un formulismo que se usa como trampolín para despedir uno y millones de gritos. Y así, afinados o desafinados, se entona el más lindo de todos los himnos, el himno del campeón. ¿Y quién se acuerda del juego? Al cabo, el fútbol, en estos casos, pasa a ser una simple y rotunda consecuencia del contexto. Y el Gloria campeón se sometió a eso. ­No tuvo forma de evadirse! Ni pudo ni supo, porque fue campeón antes, con su formidable campaña.

Y el encanto de la incertidumbre… "que si gana Constructores", "que si la Recargada nos da una mano", "que a Contadores les tenemos que meter 5"…. sucumbió ante la avasallante realidad de los festejos. La pelota casi pasó inadvertida. Quedó el espacio para los reconocimientos individuales. La jerarquía y madurez del Bocha Jimenez. Los aislados atrevimientos de Molinero. La pureza técnica de Juan Pablo Baigorrí. Los quiebres de cintura y la furia del Veneno Frau. Y el inmenso espíritu solidario de Gimeno y Nievas, más las "tapadas magníficas" del Loquillo Martín. Contadores expuso la inconsistencia de su funcionamiento colectivo. Pero le tendió una trampa a La Gloria, y La Gloria no se esforzó demasiado para eludirla. Es que Contadores arrancó tocando despacio, siguió tocando despacio y terminó, normalmente, tocando despacio. Impuso un ritmo de amistoso. Y La Gloria, no lo pudo quebrar. Y eso podía ocurrir. Y ocurrió. Pero los gloriosos jugaban con tranquilidad, la tranquilidad de los méritos de una excepcional campaña… y si la Recargada sacaba un empate, ni una supuesta derrota frente a los contadores le hacía cosquillas. Demasiado previsible. Así el fútbol-juego no ofreció alternativas. Contadores, fue un equipo anémico de fe, inseguro, con convicciones perdidas. 

Es que el partido real se jugó fuera de la cancha, en la hinchada gloriosa. Los méritos para ganar el campeonato La Gloria los acumuló en muchos partidos antes que este último. Para ochenta minutos en cero, valieron los goles que el Veneno metió cuando hubo puja en serio. No en este simulacro. Y valieron los otros puntos, los sumados de a tres, y no el único y solitario que llegó envuelto en forma de regalo para dar la vuelta. La alegría mayor, suma de todas las alegrías, fue producto del rendimiento del equipo de Bartol en las fechas claves. Ahí está la cuestión. Ahí estuvo la razón. Nunca un partido salió tan decorativo como éste. Decorativo en serio. Y eso, al margen de la voluntad de los protagonistas. Porque corrieron, empujaron y se golpearon.
A La Gloria le sobraron recursos para superar a la modesta competencia a lo largo del torneo. Privilegió el orden defensivo. Resistente atrás, bastante ágil en el medio y sumamente eficaz para definir. Una receta sencilla, carente de enigmas tácticos. La Gloria de Bartol se armó velozmente con conceptos básicos (la solidaridad es un rasgo a elogiar) y respaldado en los triunfos seguidos. A mayor cantidad de puntos, mayor sostén psicológico.

En este plantel glorioso se encuentran las respuestas del tricampeonato. Porque si no está el Veneno, te pongo al Baco… y si tampoco está el Baco te pongo al Soto o al Guni… y todos se desgarran la garganta gritando goles. Y si se rompió el Turco? Y si lo echaron al Yanqui? Está el Yoyo, el Bocha, el Negro Leiva, Maurín, el Tuti, Schlamelcher, el Groncho  y te rinden igual. ¿Y en el medio? Como destacar entre el Bola, el Caupo, Crosara, el Loro, el Pali, el Narigón Cuk, Martincito Olivera y sigo contando… sobran razones para gritar campeón. Un párrafo aparte merece el trabajo desmedido del Chulo Sisterna, el apoyo incondicional de Mariano Monserrat. “¡ENFERMITOS DE LA GLORIA!” Y por supuesto el respaldo de la familia, tan importante en estos días. Y lo más característico de la Gloria Sanjuanina: Lo grupal, la amistad y el compañerismo de la Recargada y los Veteranos.

Por eso, a La Gloria en este tricampeonato la alimentaron los goles, las jugadas, el brillo individual al servicio del conjunto. Pero también todo el contexto que generamos todos y cada uno de nosotros. Y eso es ser campeón con todas las letras. La Gloria: Un ganador incuestionable e indiscutible. Salud Gloria. Salud.